Que el ministro de Educación del Gobierno de España defienda y garantice la educación en castellano en todo el territorio español parece algo lógico, e incluso obligación de su cargo. El Partido Popular siempre se ha sentido con la obligación de garantizar la educación en español en todo el territorio nacional, haciéndolo compatible con las lenguas cooficiales existentes en cada una de las CCAA. Sucesivos gobiernos nacionalistas, e incluso del PSC, no han creído conveniente que las familias catalanas puedan ver cómo sus hijos e hijas reciben las clases en el idioma que compartimos más de 400 millones de personas en todo el mundo, el español. Los gobernantes han tratado de impedirlo por todos los medios, haciendo caso omiso a sentencias de los tribunales, y llegando a hacer marcas en la ropa a los niños que hablaban en castellano con otros niños durante el recreo. A todos se nos vienen a la cabeza épocas históricas en las que esta práctica era común, y que nada tiene que ver con democracias modernas y consolidadas como la española.
El PSOE pidió hace varios días la reprobación y dimisión del ministro José Ignacio Wert por defender en sede parlamentaria el idioma de todos. Una situación esperpéntica. Un partido que dice ser nacional, y que ha gobernado durante más de 21 años nuestro país, pide ahora la dimisión de un ministro que tiene como principal objetivo el que todos los niños y niñas de Cataluña puedan educarse, si así lo desean sus familias, en el idioma del país del que forman parte.
La clase política hace demasiado tiempo que constituye un problema para los españoles, tal y como reflejan las sucesivas encuestas del CIS. Más concretamente el tercero, sólo por detrás del paro y la situación económica de España. Quienes debieran ser vistos como parte de la solución, son concebidos por los españoles como parte del problema. Aunque a algunos les interesa que la expresión del "todos son iguales" se instaure como un dogma entre los ciudadanos, no lo han conseguido. Los socialistas no sólo ponen piedras en el camino para impedir la recuperación económica, sino que no son partidarios de que entre todos, dejemos de lado la crisis institucional y política que el gobierno de los últimos siete años provocó. Los socialistas son ahora el verdadero problema de nuestro país, y así se lo harán ver los ciudadanos en las citas electorales que se celebrarán en España en los próximos días.
El PSOE pidió hace varios días la reprobación y dimisión del ministro José Ignacio Wert por defender en sede parlamentaria el idioma de todos. Una situación esperpéntica. Un partido que dice ser nacional, y que ha gobernado durante más de 21 años nuestro país, pide ahora la dimisión de un ministro que tiene como principal objetivo el que todos los niños y niñas de Cataluña puedan educarse, si así lo desean sus familias, en el idioma del país del que forman parte.
La clase política hace demasiado tiempo que constituye un problema para los españoles, tal y como reflejan las sucesivas encuestas del CIS. Más concretamente el tercero, sólo por detrás del paro y la situación económica de España. Quienes debieran ser vistos como parte de la solución, son concebidos por los españoles como parte del problema. Aunque a algunos les interesa que la expresión del "todos son iguales" se instaure como un dogma entre los ciudadanos, no lo han conseguido. Los socialistas no sólo ponen piedras en el camino para impedir la recuperación económica, sino que no son partidarios de que entre todos, dejemos de lado la crisis institucional y política que el gobierno de los últimos siete años provocó. Los socialistas son ahora el verdadero problema de nuestro país, y así se lo harán ver los ciudadanos en las citas electorales que se celebrarán en España en los próximos días.
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