Parece mentira... pero no lo es

Dos personas, cuando hablan entre sí, lo lógico es que hagan lo posible por entenderse. Es una de las aspiraciones de todo ser humano, poder llegar a comunicarse con sus iguales. Si dos utilizan la misma lengua, no buscan una tercera que lo haga todo más complicado.

Estas frases podrían ser tomadas como una tomadura de pelo, por lo obvias que son. La realidad es bien distinta. En las Cortes Generales de nuestro país, concretamente en el Senado, podrán utilizarse las distintas lenguas oficiales de España (todo normal si no fuera porque tenemos una lengua común). Los senadores podrán hacer uso de la lengua que crean conveniente. En los pasillos, unos hablarán con otros en español. En el Pleno, pasarán a necesitar intérprete. ¿La razón? Quizá algo parecido a intereses políticos.

Más de 4 millones de españoles en paro, cientos de miles de familias con todos sus miembros sin poder trabajar, las pensiones congeladas, autónomos cerrando sus empresas, más de 40 % de paro juvenil... pero el PSOE, junto a los nacionalistas de todo signo, se preocupan por complicar más la comprensión y el entendimiento. Eso sí, a un precio millonario.

En España tenemos la gran suerte de poder contar con una importante riqueza lingüística, pero nunca pensamos que ésta serviría para separar. Lejos de preservar nuestro patrimonio lingüístico como un signo de diversidad cultural, nos dedicamos a perseguir la lengua que utilizan cientos de millones de personas en todo el mundo.

Zapatero ya no solo tendrá que utilizar pinganillo e intérprete para hablar con Merkel o Sarkozy. A partir de ahora será indispensable para hablar con Artur Mas o Josu Erkoreka. Todos españoles.

¿Alguien ve alguna razón sensata? Nosotros no.